domingo, 25 de maio de 2014

Bagagem (III)


PRADO, Adélia. Bagaje. 2a ed. Lima: Editora Fondo, 2009.
____________. Bagaje. Cidade de México: Editora Praxis, 2000.

Leitores, apresento a vocês mais duas capas de Bagagem que, a nós brasileiros, são inéditas! São as edições dos livros que foram publicadas pela Editora Fondo (Universidade Antonio Ruiz de Montoy) e pela editora Editora Praxis (Universidad Iberoamericana de Cidade do Mexico). Ambos os livros foram traduzidos pelo professor José Francisco Navarro que, solicitamente, nos enviou o prefácio das edições! Boa leitura:

La original poesía de Adela Prado 
En lugar insólito, en una modesta oficina de la morgue de Lima, debajo del cristal del escritorio está escrita una historia que sorprende a los que ahí acuden a tratar administrativamente con la muerte. Se trata de un turista que llega a Egipto deseoso no solamente de conocer la magnificencia de la cultura de los faraones sino la espiritualidad viva de ese pueblo milenario y pide a un conocido que lo conduzca ante la presencia de alguna persona que tenga la sabiduría acumulada a lo largo de numerosas generaciones. El guía lo lleva por distantes y laberínticas calles de El Cairo y, finalmente, después de atravesar un zaguán, le hace subir una angosta escalera de piedra que conduce a una habitación donde se encuentra el guía espiritual que había escogido. El lugar era muy modesto, apenas había un jergón y una silla que servía de velador. El visitante quedó confundido, lo que sus ojos estaban viendo excedía cualquier pobreza imaginable. Saludó y preguntó: “Maestro ¿dónde están sus cosas?” “¿Y las suyas? respondió el dueño de casa. “Estoy de paso” dijo el turista. “Yo también estoy de paso por el mundo” dijo el maestro.

Está sensación de estar de paso en la vida es muy aguda entre los pensadores desde el Sócrates que conocemos por Platón, hasta el Heidegger que podemos citar a través de sus propios escritos. El hombre es un ser para la muerte y lo sabe Séneca que aconseja a Lucilio o Dino Buzzatti que escribe El desierto de los tártaros describiendo a un oficial que se prepara toda la vida para el combate que pareciera que nunca va a llegar, pero cuando ocurre, prescinde del personaje que, enfermo, está en la antesala del tránsitodefinitivo.

Antes del último viaje, la naturaleza y Dios han puesto la vida. Y podemos usarla hasta el último minuto. Cuando Sócrates, un día antes de beber la cicuta, recibe la visita deCritón y éste le manifiesta pena por su pronta muerte, responde al amigo que todavía tiene algo qué hacer, que debe un gallo a Esculapio, que por favor atienda esa obligación. Al día siguiente, habiéndose negado a escaparse de su prisión, Sócrates continúa hablando y lo hace todavía en los últimos minutos, después de haber bebido la ponzoña. Entonces el verdugo le dice: “Sócrates, no hables, eso perjudica la acción del veneno, la hace lenta, tu muerte será más dolorosa”. Y Sócrates le respondió: “Has cumplido tu tarea: darme el veneno. Mi labor es hablar hasta el momento de la muerte.”

Lo dicho hasta aquí apunta a señalar algunas de las características de la poesía de Adelia Prado, la poeta de Brasil que poco a poco va haciéndose firmemente conocida en el ámbito de la lengua española merced a las versiones trabajadas durante muchos años por José Francisco Navarro, a quien con justeza podemos señalar como uno de los escasos especialistas peruanos en la literatura escrita en lengua portuguesa. La escritora subraya en sus versos la precariedad del ser humano, lo breve de su permanencia en la tierra. Sus poemas mismos son “Bagaje” algo que se lleva de un lado a otro, lo indispensable. Está lejos de la copiosidad de Whitman o de Neruda o del propio Bandeira, al que tanto admira. Aquello que escribe le es indispensable, es una excrecencia de su personalidad, algo que le es necesario. Como Sócrates sabe que la obligación de los humanos es hablar, el hombre es fundamentalmente el logos, el discurso que da razón de las cosas. Mientras estamos vivos tenemos que hablar, pero la poeta habla con prudencia, perora de lo que sabe, de las pequeñas cosas que la rodean y que dan sentido a la vida cotidiana, desde un amor feíto, hasta cocinar y golpear el hueso en el plato para llamar al perro. La poeta cumple el rol de hablar mientras esté viva, se identifica con esa labor y pide a Dios, como antaño pidió Hölderlin un verano a las parcas poderosas, un tiempo detenido en la infancia, para quedarse ahí con esa permanente satisfacción y esa curiosidad de los niños. Infancia: patria pode- rosa. Un hálito de infancia, de mundo bien hecho, de sosiego inunda los versos de Adela Prado. Y así como su ciudadDivinópolis ha quedado como infancia de las metrópolis, Sao Paulo, Río, Brasilia, así la poesía de Adela Prado, tranquila, proyectiva, metafísica, es un estado diferente a la poesía angustiada de las avenidas y parques ululantes de las ciudades contemporáneas. Su propia ciudad y la poesía que escribe parecen de otro tiempo, de una edad pasada, pero también, y esto es más difícil de ver, pertenecen a un futuro deseable. Y así como las grandes urbes mejoran sus espacios en las periferias que recuerdan los pueblos, pobladas de jacarandás y buganvillas, y palmeras y algarrobos, la poesía del Brasil rica y variada desde Gregorio de Matos y Gonçalves Dias, Crus e Sousa y Mario de Andrade, Ribeiro Couto o Murillo Mendes y Carlos Drummond de Andrade, ad- quiere una tonalidad diferente, insólita con la original poesía de Adela Prado.

La literatura del futuro, escribía Italo Calvino, pensando en el milenio que estamos comenzando, ha de ser breve y concentrada, como son breves y concentrados muchos de los cuentos de Kafka. Así, breve, concentrada, frágil como la aventura humana, llena del coraje que viene de su fe cristiana, de su frecuentación a esos místicos que trabajaban, Santa Teresa y San Juan, y de ese contemplativo que adoraba a las creaturas, San Francisco de Asís, es la poesía de Adela Prado. Expresamos aquí nuestra gratitud para ella por lo que escribe y a José Francisco Navarro por haber vertido esta lírica a la lengua de Cervantes y de Vallejo.



Lima, 7 de junio de 2009 

Marco Martos

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Presentación 
Cuando mi amigo José Francisco Navarro me pidió unas palabras de acompañamiento a su traducción de la poesía de Adélia Prado, acepté de inmediato. Yo había visto sus traducciones de la poeta brasileña y me había sorprendido la sensibilidad, el conocimiento y el amor de él por esa obra lírica que, por supuesto, tuvo la gracia de descubrir para mí. 
Pero luego vino la hora de una verdad contundente: ¿qué podía decir yo que José Francisco no hubiera vislumbrado en su excelente ensayo sobre esta poeta,L a mística de la vida cotidiana en la poesía de Adélia Prado? 
La poesía de Adélia Prado (Divinópolis Minas Gerais, 1935) es una poesía que sorprende en el horizonte poético brasileño de la segunda mitad de siglo. 
Sorprende por una verdad que se transmite más allá o más acá de lo estrictamente poético brasileño de la segunda mitad del siglo (y decir esto, en poesía, donde la palabra y su articulaciónrelacionante configuran, en primera instancia, la verdad de todo texto, es arriesgado). 
Situada entre una doble influencia, la del  prosista inventor Joâo Guimarâes Rosa, autor de una obra sólo comparable, tal vez, al Pedro Páramo de Juan Rulfo, Grande Sertâo: Veredas, y la del extraordinario Carlos Drummond de Andrade, autor de una obra sin comparación en la América Latina de habla hispana, el lenguaje de Adélia Prado se diría que eligió bien a sus maestros. 
Ahí están la capacidad de invención verbal y la devoción por lo cotidiano. Sin embargo, la invención verbal en la poesía de AdéliaPrado no está sujeta a una sustitución lingüística del mundo, tan cara a la idea de la poesía experimental de este siglo y que, en Brasil, tiene como ejemplo a Haroldo y Augusto de Campos y al mismo Guimarâes Rosa, en su vertiente de prosa inventiva tan cercana a James Joyce. La invención verbal en Adélia Prado está en la libertad del habla poética cuando supera toda preceptiva, toda filiación canónica (aun en el canon de producción lingüística de la poesía experimental). 
De este modo, Adélia Prado puede crear en un mismo texto espacios de oscurecimiento que coexisten con la celebración de esa claridad cotidiana que es arrojada, como luz, sobre los objetos o sobre las vivencias más rutinarias. Un habla elíptica, producto de un hablante que pasa por encima de las normas gramaticales para entregar su fundamento: la expresividad. 
La poesía de AdéliaPrado es, sin duda, una poesía que tiene como centro emisor, como necesidad fundante, la expresión. 
Esto no la distinguiría de una voz lírica tradicional de la poesía pre-moderna, donde la necesidad de manifestación de ese “yo profundo” salta la barrera de la autoconciencia verbal para incorporarse como verdad pre-textual. 
En Adélia Prado, en cambio, la voluntad expresiva está acotada por el conocimiento de una poesía crítica a la que a veces acepta y a veces rechaza, poniendo de manifiesto que la invención lingüística puede ser, también, y a grados superlativos, una prisión del alma que busca trascender su materialidad.  Aquí está, entonces, en mi opinión, algo así como una característica luminosa de la poesía de Adélia Prado: la conciencia de que la materialidad del texto poético –muy fuerte en el tramo de la poesía modernaposmallarmeana- puede coincidir, en su hiperconciencia, con una cárcel que encierra perpetuamente toda posibilidad de expresión. 

Eludir esa prisión de la expresión sin desoír su conocimiento y, aun, su necesidad, es la contradicción con la que el lenguaje de Adélia Prado se presenta.  No se trata de un olvido o de fingir no saber con qué reglas de juego actúa la poesía contemporánea. 
Pero sí se trata de sortear, como espiral ascendente, las provocaciones de ese  cercamiento.  En otro lugar, en su brillante tesis sobre la poesía de Adélia Prado, Navarro profundiza lo que en estas líneas son intuiciones de lectura. 

Es ese comprender, ese descenso a la altura, esa capacidad de penetración en el universo poético de Adélia Prado lo que vuelve ejemplar esta traducción.  Se trata de reconstruir, en castellano, un lenguaje poético que deconstruye, desde la expresión de una insobornable cotidianidad trascendente, las reglas del juego lírico. 
Pero se trata de un reconstruir la deconstrucción, sin normalizar ese desarreglo de la poesía de AdéliaPrado, lo que entrega Navarro a los lectores de habla hispana.


Eduardo Milán

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